Un pensador, no digo filósofo por no entrar en asuntos académicos, no es un ser perfecto puesto por la providencia para decirnos a todos lo que debemos hacer.
Conocemos a los grandes pensadores por sus obras, cuando todo está fijado en papel y ofrece la imagen de un pensamiento perfectamente estructurado que parece fluir del individuo con la misma facilidad con la que respira. Pero en realidad se trata de personas que fallan y se plantean con cada error y cada éxito, en cada daño y placer, cómo debieran vivir.
Y está bien recordar cómo uno de los grandes no hacía más que repetirse a sí mismo que no sabía nada.
Decía Thoreau que había que acercarse a los grandes como quien se acerca a un amigo y saber ver que en el momento en que una de esas frases casi sagradas cobran verdadero sentido, en ese instante, estás ante un igual, ya que la trascendencia del hallazgo es idéntica.
De acuerdo con esto, pensador es todo aquel que escribe, que lee, que pasea, que charla…
Pensador es, en definitiva, todo aquel que vive.