Jordi contreraS

Evoco contextoS

Slade Pilgrim

Quisiera contároslo todo, pero poco se sabe de Slade Pilgrim. Era un hombre sencillo, eso sí, y reservado, al que la guerra sacudió su mundo.

La voz surge de la nada, como sacada de la chistera que lleva puesta. Hay algo especial en el tono y sus ademanes, algo agradable e inquietante que hace girarse a todos los presentes. 

Cuando perdió al primero de los suyos, no soltó palabra; como nada dijo al morir el segundo ni el resto…

El primer trago es sentido y solemne. Tanto que el vendedor no puede objetar el género sustraido. 

Cuando todos sus allegados murieron, pensó en lo único que realmente le había acompañado durante su vida y se hizo aliado de la muerte.

Sin darse cuenta, ya están todos reunidos; en perfecto orden, a espensas de la historia. 

Solo os diré que es frío como el gatillo que aprieta sin piedad… como el alma del cañón que no encuentra calor, acostumbrado al rayo y al trueno, a la explosión y al plomo en rojo vivo que chilla volando para segar otra vida.

Solo os diré que nada le detiene: ni el objetivo ni la dificultad. A la hora de matar, lo único que le pasa por la cabeza, su única preocupación, es la ejecución; pues decidió canalizar en ello lo poco que le quedaba de humano y convertirlo en su arte.

Se quita el sombrero y pasa la mano sobre él, mostrando el hueco de la corona al respetable. Con la primera pausa, comienzan a caer las monedas.

Cuando ejecuta no deja rastro ni pistas; solo un cadáver. De modo que todo aquel que tenga algo pendiente, puede contar con él.

Mira al respetable, buscando deseos, esperando el momento justo de incomodar miradas para aliviar la presión y continuar narrando. 

Cuando Slade llega a un pueblo, el cielo oscurece y la tormenta se mantiene, eléctrica, en lo alto, mientras los que jamás lo imaginaron, aprovechan el paso del peregrino para hacer su demanda.

Y no es en ese momento, sino tiempo después, con el pago ya efectuado, cuando los muertos empiezan a abonar la tierra y aquellos que quedan vivos se aterran o celebran la purga.

Os digo esto como aviso, con la vana esperanza de que esta vez no ocurra igual; porque él está por esta zona… bien cerca.

Así que pronto llegarán los recuerdos de afrentas y despertarán los odios dormidos; porque es eso lo que le alimenta; vuestra sed de venganza lo que le da poder y lo que le permitirá, una vez más, convertir el rencor en sangre y sublimar el plomo en riqueza.

Acalla su voz con la misma solemnidad que con la que comenzó. Recoje la botella, su chistera y deja al público midiéndose las caras, entre la media sonrisa y la sospecha erizada, para volver al camino del que apareció, dejando tras de sí de nuevo: el vacío, el polvo y la nada.

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