Este arbusto perenne, que no suele exceder los dos metros por estas tierras, crece al abrigo de pinos, junto a la coscoja y los lentiscos. Sus ramas se extienden como lanzas en maraña de viejo gris y rojo oscuro de brote joven, punteadas por el verde apagado de sus hojas, no demasiado abundantes; lo que hace que permanezca enclavado en el paisaje verde silvestre sin llamar demasiado la atención. Para conocerlo realmente, hay que acercarse.
Al ver de cerca sus ramas en pie de guerra, deberíamos tener en cuenta que estamos ante un arbusto endémico de la Península Ibérica, fuerte, resistente a la sequía y a las heladas de hasta los -7ºC. Su ramaje, intrincado y recio, termina en agudas espinas. Y es en toda la superficie de sus ramas donde crecen, alternas o agrupadas en fascíulos, sus hojas verdes, estrechas y alargadas, de nervio apenas marcado, que a veces se ensanchan ligeramente hacia el ápice.
Su nombre, Rhamnus, proviene de un antiguo nombre griego para designar el «espino cerval». Y Lycioides es el epíteto latino. También es conocido por los nombres comunes de arçot, espí negre, espino negro, escambrón, alariego o artos.
Florece de marzo a junio. Es una planta dioica (que presenta flores con sexos separados en diferentes plantas), los masculinos tienen con frecuencia una floración más abundante, pero menor porte y hojas de menor tamaño. Las flores son muy pequeñas, de color verde amarillento con 5 lóbulos triangulares, solitarias o en pequeños haces que surgen de las axilas de las hojas.
Su fruto brota de mayo a septiembre y recuerda visualmente a la pimienta, aunque es de sabor muy amargo. Apenas tiene carne y verde en inicio, se torna negro al madurar.
La forma de las hojas puede llegar a variar enormemente, dándose diferentes subespecies, siendo la borgiae la más cercana, concentrada en la comarca de la Ribera Alta de la Comunidad Valenciana y algunos tramos de Murcia y Albacete. Pero es su ramaje quebrado e intrincado el elemento que sigue siendo común a todas ellas.
De hecho ese mismo ramaje tan característico es el que hace del Espino negro un perfecto candidato para limitar campos y tapar tapias, además de ofrecer protección y una zona perfecta para anidar a ciertos tipos de aves. En algunas regiones del sur se usa su madera para confeccionar badajos para los cencerros.
En cuanto a usos medicinales, destaca por sus capacidades purgantes, oftálmico, hipotensor y de tratamiento contra el dolor de garganta, la hipertensión ocular o glaucoma, mediante colirios o baños. No obstante, debido a su alta toxicidad no es recomendable su uso interno.
En la actualidad, esta especie se cultiva para las repoblaciones ecológicas destinadas a recuperar el suelo vegetal natural. Algo que afortunadamente, y de momento, no necesitamos por estas tierras canyadienses; esperemos que siga siendo así.