Mete los pies y nota el frío discurrir entre los dedos. A uno y otro lado se extiende el río vivo, ondeando entre las piedras.
Hunde las manos y lleva el cáliz carnoso hasta los párpados. Restalla el agua fresca: arranca vapor nocturno, hastío y legañas.
Entonces se incorpora y observa.
Y a su alrededor, caen techos y paredes, fábricas y edificios del este. Izan fuertes los árboles. Invade el fértil verdor las orillas. Retoñan músculos y vigor y elimina la corriente las heridas.