Los pañuelos forman parte del cuerpo; la capa de polvo cubre por igual pelo, cara y el trozo de tela de color enterrado.
Adelante, las reses caminan por inercia, siguiendo unas a otras sin saber si existe o no una primera. Tras ellas, la nube de polvo que levantan engulle a los que van detrás.
Entonces Pascual comprende el porqué de las sonrisas y las miradas de complicidad y por qué él y el joven Jake están ahí todo el camino. Solo Rick el viejo va con ellos: sin pañuelo, con el rostro seco y los ojos entornados de tal forma que uno diría que cabalga de oído.
Pascual se remueve en la silla, intentando encontrar algo de comodidad y sacudirse la sensacion de ahogo. Nota punzadas en las piernas, los ojos cansados de luchar contra la nube y el agobio omnipresente estrechando etéreamente la traquea.
Por un momento piensa en irse a un lado y dejar aquel mar de tierra aunque sea un rato. Pero sabe que si sale, si se aparta antes de la parada, ya no habrá alma para volver.
Así que toma el aire a través del pañuelo, ignorando el ahogo y empieza una tonada: baja en inicio, hasta que toma las riendas y sube al galope la voz.
Entonces se une el joven Jake y al rato raspa el aire la voz de Rick el viejo. Y la nube parece menos dura, el cielo limpio y claro y los dolores se quedan colgando de una soga, a la espera de la parada para poderse descolgar.