Preparando partidas para el Mouse Guard, allá por el P.C.P. (Periodo de Clausura Pandémico), me llamó la atención cómo al cambiar la escala todo podía ser colosal y cómo con ese nuevo punto de vista todo cambiaba.
De repente, elementos que pasaban antes desapercibidos, tenían una relevancia descomunal. Y todo cambiaba al mirar el mundo a ras de suelo.
Al fin y al cabo venía de descubrir las plantas y de ver cómo un espacio que conocía desde pequeño se mostraba diferente, variado, comunicativo, densamente poblado y vivo. Quizás algo tuvo que ver…
Luego llegaron las conexiones.
Recordé unos cómics de esos que todos teníamos en casa de chavales, maltrechos y sin tapas, sin saber cómo han llegado allí. Recordé viñetas de aventuras cuyos héroes viajaban por el espacio, de planeta en planeta, solo para descubrir en las últimas páginas cómo aquel mundo infinito era en realidad un microverso a nivel atómico y aquellos héroes respondían al nombre de micronautas.
Recordé La isla misteriosa, Gulliver, Jack y las judías mágicas, El mundo de los Gnomos, Cariño he encogido a los niños, Ulises y Polifemo, El chip prodigioso, aquellos curiosos diminutos, el ser humano en la frontera y unas páginas en blanco y negro de El Ojo Mágico de Kelly (también maltrecho y sin tapas) donde el protagonista luchaba tenedor en manos cual tridente contra un gigantesco felino en una granja de medidas colosales.
Y hace nada caí en la cuenta de la magnitud brutalista de Dune, la épica tolkieniana, la naturaleza inmersiva de Skyrim y comprendí que todo casa porque es colosal, ciclópeo, gigantesco y desproporcionadamente monumental, sencillamente al darle la vuelta a la lupa.
Así que, cuando cojas los dados para mover los ratones de la Guardia, piensa que todo es magnífico, desproporcionado y que, pese a empequeñecer tu ser, o quizás frente a eso, sigues estando ahí.
Esta vez, Evocador, nos vemos “A ras de suelo”.