Clac, clac, clac… Me parece útil el tecleo.
No tengo nada en contra de lanzar letras a una pantalla; gracias a eso nos comunicamos ahora mismo. Pero el escribir a mano ha ido conmigo desde siempre, sobretodo en ese momento más íntimo, cuando todo se focaliza y la tinta sobre papel es lo único que llama.
Escribo en un cuaderno de viaje que llevo de aquí para allá hasta reducir mi escritorio a poco más de un palmo. Y tengo también papel reutilizado que garabateo en mi buró, porque en cuanto muestras interés siempre caen hojas de esas que tienen una cara nueva por empezar, y otra con algo que contar.
A mano solo estamos nosotros y el objeto: se tacha, se raya, se fijan y saltan pautas, e incluso se dibuja.
Las ideas fluyen de otra forma: todo aparece porque surge y permanece porque no se borra. Creo que es ese punto libre, independiente, de escritura al margen y desconectada, lo que convierte hoy en día a la escritura a mano en un ejercicio positivo, de salida de todo lo otro y reencuentro con uno mismo.
Quizás pensamos durante mucho tiempo en este tipo de escritura como una única forma: clara, entendible, pautada y normativa. Esa buena letra que a algunos nos costaba casi tanto como escribir con la mano “que tocaba”. Pero ahora eso ya no es necesario: ese teclado que parece robarnos la escritura a mano, que nos obliga a envainar plumas, bolígrafos y lápices, resulta que en realidad nos da la libertad al absorber el ámbito de la utilidad, dejándonos esa otra escritura para escribir cómo, dónde y cuándo nos dé la gana; para buscar ese garabato que rayamos sobre papel hasta que acabamos encontrando nuestra propia grafía.
Y con esas he empezado un espacio para mí y para el que se apunte: un lugar donde subir una foto de algo escrito a mano, da igual si sobre arcilla, pared, lienzo, metal, madera o papel; da igual si con cálamo, esprai, tinta, grafito o pincel; da igual dónde o cómo… siempre y cuando sea A mano.
Lo dejo abierto, para que colabore el que quiera, aunque solo sea para poner “a mano”, cada uno a su manera, con sus propios trazos.
En la situación actual, esta escritura, en otro tiempo tan común, se ha convertido en extraño, en fuera de lo común, de lo lógico y eficaz… y, por lo tanto, de lo reglado.
Mantengamos, pues, la costumbre. Ejercitemos nuestro propio caracter, aunque solo sea para que cuando se acabe la batería, cuando no haya conexión… tengamos ese espacio donde escribir con independencia y la cercana compañía de uno mismo.