—Verá, los caballos son animales magníficos; libres. Yo me limito a aligerar su miedo para que puedan ser todo lo que son. No domo ni hostigo, no quebranto su ánimo para vencerlos, porque el que obedece no está completo. Tardo el tiempo que sea necesario porque sea lo que sea que haga, no va contra ellos. Por eso estarán todos y en idéntico estado a como los traiga.
Respecto a mí, el trato que espero es exactamente el mismo. Quiero un buen plato en la mesa y un sueldo justo, que no ajustado. Quiero hacer las cosas a mi modo. Si me pide arreglar un poste del cercado y el tiempo por el que me paga lo permite, arreglaré tres: porque si puedo lo haré; de igual modo que cuando no sea posible lo diré, y entonces será que no.
Soy agradecido con los que agradecen, honrado y trabajador; implicado en lo que me comprometo y pongo a los animales antes que cualquier otro asunto. Aprecio el respeto y desprecio ante su ausencia. Valoro mi trabajo; que yo esté en ese cercado no significa que usted sea más.
Si está de acuerdo solo tiene que decirme cuándo y me pondré a ello; si no, daré media vuelta. He pasado por 18 ranchos, de algunos guardo buen recuerdo, de otros apenas el nombre, y pasaré por 18 más si así vienen las cosas dadas.
Así que usted dirá: ¿cojo mi silla y camino hacia el rancho o doy media vuelta?