Jordi contreraS

Evoco contextoS

Taraxacum vulgare, diente de león, dent de lleó, camarroja.

Entre fauces verdes crece, desafiante, la melena dorada del diente de león.

Se trata de una planta perenne de la familia de las Asteraceae de tallo muy corto  y raíz axonomorfa, carnosa, corta, gruesa y robusta.

Crece sobre suelos húmedos a orillas de caminos y lechos de barrancos, alcanzando alturas de 5 a 40cm. 

Sus hojas miden de 20 a 3,5cm y se presentan en roseta basal; son alternas, enteras, glabras, verdes y pinnapartidas en los característicos segmentos triangulares que le otorgan su fiero nombre.

Durante todo el año saca sus flores, hermafroditas y liguladas, en capítulos terminales de entre 2,5 a 4cm en tallos que brotan de la tierra, huecos y sin hojas, con pedúnculos que al romperse emanan un látex.

Su fruto es un aquenio con largo pico y el característico vilano de pelos sedosos de forma esférica que se deshace al soplar, liberando las semillas.

El término Taraxacum proviene del griego taraxos (enfermedad) y akos (remedio) debido a sus propiedades medicinales.

El epíteto latino vulgare significa común.

El diente de león se utiliza para eliminar el exceso de ácido úrico, calculos renales, infecciones genitourinarias, tratar la gota, artritis, hemorroides, estreñimiento y obesidad; así como úlceras externas y problemas de piel como dermatitis o acné.

Debe usarse con precaución ya que puede producir cálculos biliares y colelitiasis debido a su efecto colagogo/colerético.

Sus hojas se recogen tiernas, a finales de invierno y principio de primavera, y se comen hervidas como verdura o en ensaladas. Los capullos florales también pueden consumirse hervidos o encurtidos. Los brotes tiernos basales pueden saltearse con ajo. Y las flores se pueden cocinar rehogadas, en pasteles o mermelada o bien ponerlas crudas en ensaladas. 

Con las hojas y las raíces se aromatizan cervezas y también es conocido el vino de diente de león a partir de sus flores. Son esas mismas raíces las que se cosechan tras dos años y, una vez secas, se tuestan para hacer un sucedáneo de café sin cafeína.

En definitiva, como suele ocurrir, una planta considerada en ocasiones “mala hierba” resulta tener multitud de usos, aparte de los que por sí misma ofrece al ecosistema que la acoge. Lo que nos hace replantearnos la valoración que hacemos de nuestro entorno y recordar que, al final, para que todo continúe la relación hombre-naturaleza debe ser de conservación, de uso y no abuso.

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