La ley de Lynch
Pues qué quieres que te diga, hijo. Son cuatro maderas, sí; a menudo claveteadas con prisa. Pero convocan más adeptos que las iglesias, los saloones, las casas de juego o los burdeles. Al son de martillo sobre clavo la gente se convierte y, conforme se erige la estructura, cambian rostros y figuras, muerden fuerte los […]