Pues qué quieres que te diga, hijo. Son cuatro maderas, sí; a menudo claveteadas con prisa. Pero convocan más adeptos que las iglesias, los saloones, las casas de juego o los burdeles.
Al son de martillo sobre clavo la gente se convierte y, conforme se erige la estructura, cambian rostros y figuras, muerden fuerte los dientes y afilan en casa el alma preparándose para lo llegará.
Porque los hay que lo anhelan, otros acuden por curiosidad; están quienes sufren una transformación repentina y los que estuvieron mucho tiempo esperando el momento oportuno para poder disfrutar. Pero lo cierto, hijo, es que la gran mayoría cambia y lo que se ve no deja indiferente; de forma que solo queda una vez hecho, exentos de culpa, olvidar.
Así que, medítalo bien antes de decidirte; antes de poner el primer listón. Porque pesa más de lo que imaginas y es difícil de llevar. Porque es tentador el poder y porque al decidir sobre otro, mucha gente se para en inicio, pero avanza como nunca si ve a su lado alguien más.
La gente es valiente si se le dan apoyo y medios. Y cuando imaginan la justicia a su lado, lo injusto se legitima y lo mismo que se está condenando, es lo que se realiza con impunidad.
Así que recuerda la estrella que llevas y piensa en ella como una diferencia; algo que te obliga antes a ti que al resto y que vuelve valiosa la duda, porque al descolgar un cuerpo ahorcado ya no hay nada del que vivía dentro ni, a veces, de lo que de él se pueda recordar.