Jordi contreraS

Evoco contextoS

Sendas

Caminaba junto al resto, pero no con ellos.

Se maravillaba al verlos cuando se fusionaban con el bosque, pues lo conocían como la palma de su mano y cuando lo reverenciaban, pues esa era su costumbre. Pero iban siempre con el espíritu en el objetivo y de ahí al siguiente, como el torrente de un río que nunca para, como galopa el caballo o vuela el águila: sin pausa.

Se  maravillaba porque, para ellos, la pausa es muerte y él decidió perderse.

Sabía cazar pero apenas conseguía presas. Sabía luchar, pero no entendía el ardor del guerrero ni la desconexión del daño infligido. Sabía ver las cosas varias veces, andaba a caballo entre el  mundo espiritual y el de los hombres, pero tenía como guía un objeto y como hermano espiritual un rostro pálido que ni siquiera era consciente de ello.

En su tribu lo aceptaban como miembro que era, comprendieron sus peculiaridades y las integraron en el grupo, Asiento Que Mece lo llamaron, y sabían que parte de su camino iría por otra senda.

Por eso, tal y como indicaron los ancianos, viviría como uno más de la tribu, caminaría junto al resto, pero, en ocasiones, no con ellos. 

Y así sería hasta que diera por finalizada su senda; acabara donde acabara.

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