Jordi contreraS

Evoco contextoS

Regalos

Se acercan las fechas en que algo cae. El rol está unido al frío, al hambre de mesa con otros y a los presentes…

Regalar un juego de dados, pensando en el destinatario, tiene un punto de iniciación: como un sable láser, un cinto con revólver, la capa de Mouse Guard o un tratado de Hom-maC. A veces, se regala un módulo para desarrollar algún aspecto del juego en las partidas. Otras, un juego nuevo: balazo al Evocador para cambiar de aires. O bien ese libro que siempre hemos querido tener pero nunca vemos el momento de comprarlo.

El caso es que sean del tipo que sean, algunos regalos se mantienen en el recuerdo más presentes que el resto.

Muchos estrenamos nuestra estantería rolera con un regalo, a veces acertado, a veces errado. El primer libro de rol que descansó en mi casa fue La isla de los grifos del Rune Quest: pedazo de sandbox como la copa de un pino, cuando aún no se le llamaba así.

Era, y es, un gran módulo con ciudades descritas en pinceladas tan sólidas que no quedaba sino imaginar situaciones en un entorno lo suficientemente abierto como para tener carta blanca. Los pjs relevantes y sus motivaciones se paseaban por las páginas de forma que fueras a donde fueras sabías quién estaba por allí y cómo se comportaría.

A día de hoy, me sigue pareciendo una joya y lo hubiera disfrutado más si hubiera tenido el básico… o quizás no.

La verdad es que la buena fe de quien hizo el regalo no supo diferenciar entre módulos y manuales. Al no tener el manual de referencia me dediqué a leer ese módulo una y otra vez intentando sacarle los engranajes. Por aquel entonces ya había tirado dados un par de veces con el Aquelarre y lo de los porcentajes me quedaba cercano. Debo decir que las sesiones de arqueología con aquel juego valieron la pena y dejaron volar la imaginación más allá de para lo que había sido creado; de forma que dejó de ser módulo para convertirse en libro de referencia.

Tiempo después, cuando pude hacerme con el Rune Quest básico y el avanzando, las pistas que aún quedaban borrosas acabaron por mostrarse, iluminando un gran juego al que en realidad apenas he jugado; aunque sí que construí lugares de forma similar para otras ambientaciones. Sin duda, raíces que eché en aquella magnífica isla, que aún hoy vuelvo a hojear de vez en cuando.

Felices fiestas para ti y los tuyos, Evocador. Y brindis rolero: sorpresa, ilusión, descubrimiento y creación.

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