Jordi contreraS

Evoco contextoS

Recompensas

—¿Y qué esperabas? Llevo siguiéndote mucho tiempo.

—Pero hombre…

La sonrisa no desaparece de su rostro, aunque las manos en alto y la mirada nerviosa rechazan la visita.

—Nada de pegas. Ahora vas a ir delante de mí, bajo este cielo despejado. Después de tanto tiempo no voy a permitir que me la juegues.

—De acuerdo… ¿Puedo coger lo mío?

Sobre la mesa, cuatro pilas de monedas desafían el equilibrio.

—Ambos sabemos que nada de aquí es tuyo.

—Si es por no echarlo a perder… podríamos compartirlo. ¿Cuánto vale una placa de esas?

—Esta ya no se vende, está demasiado echa polvo. Solo la quiere el que la lleva.

—Tanta entrega no está bien valorada, lo sabes.

—No lo hago por reconocimiento. Ni siquiera por la gente.

—Puede. Puede que te dé igual lo que digan, pero sabes tan bien como yo que el día que la cagues, ese error, por pequeño que sea, se llevará todo por delante. Lo sabes, ¿verdad?

Escupe una mueca en respuesta y ahoga un gruñido.

—Y peor aún si no lo cometes, porque entonces será ese juego limpio del que haces gala, el que se les meterá entre ceja y ceja como hierro al rojo vivo. Entonces, ¿qué harás? Porque hasta esa estrella te quitarán.

—Entonces me iré, aquí o al infierno, me llevaré la estrella conmigo y dejaré el dinero para que compren una nueva: bonita, recién forjada, capaz de reflejar el brillo que ellos quieran.

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