Jordi contreraS

Evoco contextoS

Pinus halepensis, pino carrasco, pi blanc

Las torres grisáceas del pino carrasco, duras y agrietadas, alzan sus agujas verdes al cielo en formas irregulares, ofrecen sus semillas alojadas en escamas y retan al fuego que las destruye, renueva y multiplica.

Se trata de un árbol perenne de la familia de las Pinaceae de corteza grisácea muy estriada que alcanza de 20 a 35m pudiendo llegar en condiciones óptimas a los 40m. Su tronco es erguido y robusto, con numerosas ramificaciones y un diámetro que puede llegar a los 1,8m.

Crece en bosques matorrales, en ambientes secos y de altitud moderada.

Sus hojas, perennes, gruesas, largas y rígidas, crecen en pares en forma de acículas o agujas de 6 a 10cm de largo y de 1mm de grosor.

Florece de febrero a junio. Sus flores masculinas se agrupan en espigas cilíndricas de color amarillo. Las femeninas se presentan en conos pequeños, con aspecto de piña, largamente pedunculada de color púrpura.

Las piñas son cónicas crecen sobre un grueso pedúnculo de unos 2cm de largo, más o menos curvado, presentan de 10 a 20cm de largo y de 4 a 6cm de ancho. En inicio verdes, toman un tono rojizo a los 24 meses, tras lo cual se abren hasta alcanzar de 8 a 12cm de anchura. Maduran al final del verano siguiente. Los piñones caen en primavera o verano del tercer año, tienen de 8 a 10mm con ala de 20 a 25mm.

El término Pinus viene del latín (pino).

El epíteto halepensis proviene del topónimo Alepo, ciudad siria de donde es abundante.

Tiene propiedades antihemorrágicas, astringentes, antisépticas, mucolíticas, antipiréticas, expectorantes y anticatarrales.

También se extrae su resina y de ella se obtiene la trementina.

Debido a su resistencia a la sequía, es una especie valorada para restaurar y frenar la erosión, así como para colonizar terrenos secos y pobres e incluso cercanos a litoral. No obstante, si algo ha quedado claro con el paso del tiempo y el desarrollo de los pinares es que algo clave en la naturaleza es la biodiversidad: principal garante de la flexibilidad y resiliencia del ecosistema, por lo que siempre es mejor intercalar varias especies autóctonas a la hora de repoblar un territorio.

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