Jordi contreraS

Evoco contextoS

Pérdidas

Se lamentó cuando perdió el caballo. Se echó las manos a la cabeza al ver la cuerda rota atada al árbol y la sombra de un rastro inexistente que solo un indio o el viento podrian haber dejado.

Se lamentó al perder las alforjas cargadas al hombro, vadeando aquel maldito río.

Se lamentó al errar la última munición, intentando cazar algo que se movia con demasiada soltura.

Y se lamentó al trepar aquel risco del que pensó que no saldría jamás, atesorando el jugo de su cuerpo, mientras veía su cantimplora caer por el precipicio, despeñada en vete a saber qué oscura grieta de aquel coloso de tonos ocres y azulados.

Rió al encontrar el camino que le permitiría abandonar el peñasco y maldijo por igual a pleno pulmón, mientras lanzaba aquel revólver brillante y exclusivo que le habían vendido por una buena cantidad de dinero: pieza de alta calidad de balas tan excelentes que solo el mismo tendero que se lo vendió podría suministrarle más.

Escupió con rabia, arrancando un gargajo oscuro del fondo pulmonar y desenfundó el ánimo que le quedaba.

Entonces, hundió las manos en el agua fresca de un riachuelo y bebió como nunca, hasta que el frescor líquido calmó su garganta. Buscó un espacio de suelo liso y puso ante él todo cuanto tenía: un par de cintas de cuero, unos botones, el cristal roto de una brújula y el viejo cuchillo de cachas de roble que hace mucho le enseñaron a crear. Y se quedó mirando la hoja, de tono apagado y filo despierto; y en su reflejo observó el paisaje, antes hostil y agreste, ahora prolífico y lleno de oportunidades.

Entonces comenzó a calmarse, a recordar tiempos pasados, de juegos en carencias y aprovechamiento. Y surgieron los frutos en plantas y arbustos, los tipos de madera, el alimento y el abrigo.

Entonces, a lo lejos, escuchó un relincho. Trepó a la cima escarpada y vio su caballo, ondeando la crin, galopando libre por el llano.

Y fue entonces cuando sonrió al comprender que había decidido abandonar todo cuanto era y que por mucho que se acercara, no volvería. Pues no solo no estaba perdido, sino que se había encontrado.

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