Viento, lluvia y frescor.
Pinocha seca que brilla,
tierra que enrojece.
Huele a frío, a resina,
a reconfortante humedad.
El calor de estío se aplaca,
continúa el sol vivo,
mientras el viento discurre
entre ramas y plantas
y juguetea en la oquedad.
Es otoño,
mas aquí la vida no para.
A ras de suelo:
tomillos arbóreos,
enhiestas albaidas,
espinosas aliagas,
y densos musgos,
renuevan en verde.
Mientras:
lentiscos y acebuches,
coscojas y algarrobos,
espinos, romeros
y altos pinos,
laten su savia,
y crecen.
Aquí solo cae lo que se secó por haber muerto,
lo caducado que no caduco,
lo que dejó de ser perenne.
Aquí el otoño es época de vigor
y crecimiento.
Época de plantar,
de regresar al monte
y oler en el viento…
que todo vuelve a brotar.