Ayer terminé de releer el ensayo “Más allá del Oeste” de Ángel Fernández-Santos.
Hacía mucho que recorrí sus páginas y la verdad es que, pasado un tiempo, y con más western en las alforjas: el libro mejora.
Sigue estando escrito con esas ganas que ofrece la pasión por un género, una pasión que no evita la mirada crítica y está dispuesta a aceptar esa doble vertiente que muestra todo lo que decidimos conocer de verdad.
Dispara por y sobre el Western: lo que es, lo que significa y sus códigos. Granjeros, vaqueros, malos, buenos, la frontera, la civilización… el western es un género de oposiciones. Se afirma como se dispara; por lo que tras el estallido y el ruido, con el olor a pólvora, toca ver si nos han dado. Y, ciertamente, en aquellos párrafos en los que se alcanza el blanco, la bala queda de recuerdo:
“El clima del western es un clima de guerra latente.”
“El western está lleno de cristalizaciiones imaginarias procedentes de pulsiones históricas verídicas.”
(Acerca del malo) “Es un ser totalmente contenido en su apariencia… con la coherencia exterior y la cohesión interior de un mineral.”… “un esteta de la ejecución.”