Hoy no hablamos de trucos, soluciones o algún aspecto específico de esto del rol. Hoy quería hablarte acerca de uno de esos temas que forman parte de la mitología rolera: ese tipo de circunstancias que se dan en uno u otro momento en la mayoría de grupos de juego. Se trata de esa campaña increíblemente buena, de esas que pintan más que bien, y que, por alguna extraña razón, está condenada a no pasar del inicio.
Puede que sea ese módulo con descripciones extremadamente completas, donde hasta los ácaros tienen su propia historia y todo está tan bien hilvanado que soporta el más caótico sandbox. Puede que sea esa campaña cerrada hasta el hermetismo más sectario, lineal como pocas columnas vertebrales, que cuenta con la historia más increíble y digna de vivir. O quizás es esa idea que tuviste hace años que, buena en inicio, se hizo perfecta con el tiempo, de forma que tienes una campaña que solo existirá en tu mesa de juego y con la que ansías deslumbrar a tu grupo de juego.
Pero la verdad es que sea sandbox, campaña cerrada o artesanal… existe una maldición proporcional a la calidad de la misma que hace que todo ímpetu, esfuerzo y empeño en jugarla reviertan por alguna bizarra ley pratchettiana en el abandono de la misma. Y como te contaba al principio, no hay truco ni solución. Pregunta, pregunta por ahí y verás: de esas espinitas tenemos todos una clavada.
Y no es que tengas el gusto de las historias allá por donde anda la flora de Mordor, sino que sencillamente no funciona con tu grupo. En algún momento tenía que pasar. Has estado mucho tiempo preparándo partidas, pensabas que les habías pillado el punto, pero ahora van y tiran por otro lado… cosas de la vida. No se lo tengas en cuenta, por muchas razas que interpreten, no dejan de ser humanos.
¿Entonces?, ¿no queda sino rendirse???
Bueno, somos roleros, tiramos aunque solo sea a críticos así que algo quedará por hacer. En la misma línea de desesperación, pero algo hay…
Siempre puedes repetir una y otra vez ese magistral inicio y disfrutar de él, saboreando cada paso extra que se da, observando la cara de asombro de los jugadores con ese gesto de “¡lo véeeeis!”, segundos antes de que todo se vaya de nuevo al carajo.
O puedes cometer sacrilegio y desmontar la gran obra para adecuarla a los gustos del grupo y guardar el original hasta que llegue el momento de maduración espiritual tal que podáis recorrerla sin ruedecitas, atajos ni calzadores.
Al final es lo de siempre, que esto del rol es cosa de varios y la creación personal debe poder amoldarse o guardarse para admirarse en privado. Porque, entre tú y yo, por mucho que no funcione, eso que guardas en el cajón esperando eternamente su momento, es una obra maestra.
Disfruta y hojea, querido Evocador; mañana será el día en que podremos contarnos esas grandes historias.