Junto al romero, tomillo y la Bufalaga se encuentran los esqueletos secos y espinosos de la aliaga; buen recuerdo de que caminas por el monte. Es al llegar el verano cuando de esa sequedad grisácea brota la vida y color de cientos de mariposas amarillas.
La Aliaga es un arbusto espinoso de la familia de las fabáceas, endémico del mediterráneo occidental que crece en matorrales, pastos secos, campos abandonados y caminos, pudiendo superar el metro de altura. Las ramas más viejas no presentan vellosidad alguna y tienen largas y fuertes espinas estriadas alternas, axiales y muy punzadas. Las ramas más jóvenes presentan algo de vellosidad y un tono ceniciento parduzco.
Sus hojas son escasas, subsésiles, simples, alternas, glabras por su haz y sedosas por su envés.
Florece de mayo a junio y sus flores, surgen en grupos de 2 a 3 en el extremo de los brotes laterales o sobre las espinas; de corola amarilla con una característica forma de mariposa y cáliz bilabiado con labios más cortos que el tubo.
Su fruto tiene forma de legumbre alargada sin vellosidad, de 15 a 40mm y de 2 a 7 semillas que se marcan al exterior.
El término scorpius proviene del latín scorpius, -i (escorpión), probablemente por los pinchazos con los que la planta celebra todo contacto.
El epíteto Genista hace referencia a las ginetas nombradas ya por Plinio en la antigüedad.
En cuanto a sus usos, destaca la utilización de las flores como tinte para los paños de lana y en la construcción.
Además se le adjudican propiedades cardiotónicas, diuréticas, vasoconstrictoras, purgante, depurativas y vomitivas. No obstante, hay que llevar cuidado con sus semillas ya que son tóxicas.