Primero luchamos contra los indios, para asegurar las tierras donde nos asentamos. Después evitamos al ejército, para no convertirnos en deudores de su ayuda. Finalmente, llegó el gobierno y con él una civilización que engullía todo cuanto nos envolvía.
Con los primeros convivimos, al segundo logramos evitarlo, pero perdimos ante el tercero, porque avanzó con la misma fuerza, constante e imparable, con la que gira el mundo.
Si hoy conservamos nuestro hogar es porque se secó aquello que interesaba y solo nosotros continuamos amando esta tierra. Porque nos gusta lo que conlleva, tal y como es: agreste, salvaje y, sobretodo, inhóspita; porque la queremos libre.
No hay respuesta a tu pregunta de quiénes son los buenos. Un día te lo parecerán unos y otro lo serán otros… los bandos cambian continuamente de gente e intereses y en ese juego no serás más que una de sus piezas.
Así que te aconsejo que hagas como esa vieja brújula que siempre llevas contigo y que apuntes constantemente hacia lo que consideres correcto. Márcate a fuego esa pequeña flechita roja en tu mente y desdeña cualquier maraña que te ofrezcan por valiosa que parezca.
Ten presente que la mayoría de decisiones en realidad no importan. Aunque lo parezca, solo un puñado de ellas serán relevantes; es en esas en las que debes mantenerte firme y entender que si importante es el fin, también lo son los medios.