Mr. Carrington pone sobre la mesa el revólver y con el crujido de la silla engorda la apuesta.
Una a una caen las manos boca abajo, hasta llegar al joven Dave Morgan que se mantiene cartas en alto.
Surge un silencio casi sagrado y todas las miradas fijan el blanco en los dos contendientes.
Brotan los primeros susurros, el joven toca todo el dinero que ha ganado y la esperanza conjunta de desbancar el farol se posiciona del lado de Dave.
Bajan las cartas con la implacable jugada de Carrington, que el póker de Dave es incapaz de superar.
Regresan los loas hacia el gran hombre y se forma un pasillo perfectamente vacío para que salga el joven Morgan; quien recibe su pago al abandonar el hotel.