Abiertas en blanco, ralladas en pardo, cubren en primavera tierras que otras no se atreven a hollar: las flores del gamoncillo.
Se trata de una hierba perenne, normalmente bienal, de raíces tuberosas y tallos ramificados.
Hermana pequeña del gamón, crece en prados calizos, entre matorrales y suelos pedregosos, alcanzando de 20 a 60cm de altura.
Sus hojas son semicilíndricas, huecas y aplanadas en la base. Brotan en invierno, dispuestas en roseta, pudiendo llegar a alcanzar los 30cm de longitud.
De marzo a mayo, en inflorescencias arracimadas y abiertas, surgen sus flores con 5 tépalos blancos con nervio medio de color pardo y estigmas que sobrepasan a las anteras, lo que favorece la polinización entre ejemplares sobre la autopolinización.
Su fruto tiene forma de cápsula ovoidea, de 5 a 7mm de diámetro y nervios transversales en las valvas.
El término Asphodelus proviene del griego. En la antigua Grecia relacionaban las flores de los Asphodelus con los muertos y se utilizaban como medio para facilitar el tránsito de estos a la otra vida.
Por otro lado, se asociaba un campo de Asphodelus a un lugar fantasmal en la Tierra: una especie de limbo o tierra de nadie donde descansan los muertos que no se decantaron por el bien o el mal.
La expresión “gamonal” se utiliza en ciertos pueblos para indicar una tierra pobre, debido a que no está cultivada y el ganado rechaza estas plantas.
Actualmente, el uso del gamoncillo es principalmente ornamental, debido a la vistosidad de sus flores y se dice que ahuyenta a los mosquitos.