En mesa todo está dispuesto: lápices, papeles y dados sobre la mesa: espacio sobre el que se ha de crear.
Solo queda el arranque, traspasar la puerta. Pero… la cosa no sale. Ahí en frente solo hay sillas, caras y papel en blanco. Y es que el Inicio es un tipo curioso; padre de todas las motivaciones, crea abismos entre el comienzo y la consecución.
Si es partida vieja, hace sesiones iniciada, ayuda recapitular. Si es partida nueva, o mueves pj por primera vez, todo lo que toca es hacerse el ánimo. Como la primera salida de Lockhaven, cuando la puerta se cierra detrás nuestra y delante queda el vasto exterior; no queda sino apretar las zarpas y dar el primer paso. Como el primer libro arcano que nos atrevemos a leer, la primera mazmorra a la que bajamos, el primer salto al espacio, la primera bala cargada en el tambor o como entrar sin GPS en un edificio administrativo de Barnacity (cosas de Fanhunter)… Al final se trata de visualizar un “vale” y tirar adelante, pisando firme en el aire.
Como siempre hemos dicho, esto es algo sencillo; no hace falta gran cosa, salvo las ganas. Si al sentarse a la mesa se da ese paso, ese acto de fe de imaginar lo que allí se habla, ese pacto de ficción, todo se pone en marcha y funciona. Si lo hace uno, va bien; si lo hacen dos, mejor; si lo hacen todos, es una experiencia completa y, por eso mismo, genial.
Así que, Jugador o Evocador, si tienes la oportunidad de caer por una de estas mesas; prueba a romper esa barrera de racionalidad y sencillamente juega. Lo que venga después será mejor o peor, pero, al llevar una parte de ti, siempre será grato.