A veces queremos que un juego refleje los aspectos con todo lujo de detalles: simulacionista lo llamaban antaño. Nos gustan esas reglas específicas que reproducen en mesa toda una gama de situaciones lo más fielmente posible: persecuciones, cordura, investigación, modos curiosos de combate, fama y reputación, ciberacciones, invenciones tecnológicas, la magia con todo su estudio e imprevisibilidad y un largo etcétera.
El filón de los ejemplos se lo lleva el Aces & Eights que comienza con sus peculiares reglas de combate con diana y cartas para pegar tiros y continúa con reglas para minería, póquer, juicios, llevar ganado y peleas de saloon entre otras; cada una presentada como un minijuego dentro del juego general.
Pues bien, nos gusta el dulce, el par de cucharadas extra y echar un rato huyendo de un caza estelar pudiendo tocar todos los botones, entrar en una justa medieval con el peso y el calor de la armadura y poner cara de duro ante la dama de turno que ya está de vuelta de todo, hacer un conjuro mirando con lupa los ingredientes para no liarla o sudar al dibujar un círculo de invocación de vete a saber tú qué bicho con la esperanza de que no nos descuajarringue nada más llegar.
Pero otras veces queremos recordar el sabor real de las cosas y probarlo tal cual, sin edulcorantes ni nada para acompañar. Y pasa; tanto a los más espartanos, como a aquellos que aúllan al encontrar las reglas para ensartar olivas con palillos. Y es que lo sencillo, además de aligerar, siempre funciona.
Un ejemplo perfecto de esto son los retroclones o la vuelta a los orígenes de esto del rol: el Dungeons & Dragons de antes del Big Bang, con cuatro rasgos, un puñado de clases y a tirar “palante”. Aventuras en la Marca del Este es un buen ejemplo, nacido en suelo patrio, que a día de hoy sigue moviendo dados en muchas mesas.
Está claro que hablamos de juegos que se basan principalmente en el combate y que parece que poco más pueden aportar. Pero lo cierto es que, como suele pasar en esto del rol, podemos crear de la nada y dar toda la profundidad y transfondo que nos dé la gana, independientemente de la sencillez de las reglas. Se podría hacer incluso una partida sin combate y que fuera igualmente interesante, porque a fin de cuentas, al desenfundar un personaje se empuña mucho más que sus valores y puntuaciones.
Si quieres puedes hacer la prueba. Monta una partida interesante, del tono que quieras y ofrece hojas de papel a tus personajes donde ponga lo siguiente:
Nombre:
Profesión/clase/arquetipo (Misma profesión y puntuación para todos)
Notas:
De estos tres sencillos campos el de Profesión/clase/arquetipo ya estará relleno y será el mismo tipo y puntuación para todos: investigadores privados, guerreros, magos, peritos de seguros, exploradores, soldados, trabajadores de una estación espacial, políticos… todo el grupo tendrá la misma profesión y la misma puntuación en dicho valor.
El Nombre lo rellenará cada uno como le dé la gana. Puedes orientarles si te preguntan, en el caso que prefieras que las cosas estén en una época y lugar concretos; si no, dales carta blanca y a ver por dónde salen.
En cuanto al campo de Notas, que lo rellenen con lo que les parezca más relevante del personaje: equipo, historia previa, carácter, gustos, objetivos, edad, sexo, rasgo físico, fobia, maldición, afinidad con un determinado campo, citas recurrentes, pertenencia a un grupo, color preferido… lo que sea.
Y ya está. Con esto se tira adelante la partida que habrás preparado para un grupo de profesionales como los escogidos. Verás que aunque todos tengan la misma puntuación y aunque solo haya un rasgo, cada personaje se comporta, interactúa con el grupo y se desarrolla de forma diferente al resto. Esto es lo que deja claro que al final, son los integrantes los que crean y le dan vida a la historia.
Y si, por alguna de aquellas, resulta que todos los personajes actúan al unísono y se comportan como un grupo de choque. Dales la enhorabuena por su eficacia y prepárales para la siguiente unos papelitos iguales que los de esta vez pero para un grupo de asalto BORG; seguro que lo bordan y pasáis un buen rato.
Feliz y sencilla vuelta a los orígenes.