Tallos arqueados, repletos de diminutas hojas puntiagudas y penachos rojos, conforman la barilla pinchosa. Planta que, cuando encuentra la muerte y queda seca, abandona la tierra que le sirvió de hogar y comienza a rodar por el mundo.
Se trata de una planta anual de la familia de las Amaranthaceae que crece muy ramificada en campos de cultivo, suelos secos, márgenes de camino e incluso en litorales costeros, hasta los 80cm de altura. Los tallos jóvenes son tiernos y de color verde; los de mayor edad presentan una coloración rojiza y estrías.
Sus hojas, estrechas (1-2mm), alternas y cilíndricas, son mayores en la base y punzantes en el ápice.
De julio a octubre surgen, de las axilas de las hojas, sus flores solitarias o agrupadas en tríos o parejas. Son rosas o blanco verdosas. Tienen 5 estambres y un pistilo, con dos brácteas rígidas en la base de la flor.
Su fruto es seco y dehiscente, con una sola semilla negra brillante, con ala venosa y rígida en el exterior.
El término Salsola puede provenir del latín salsus (salado), debido a uno de sus hábitats más comunes; también parece provenir del italiano sálsola (sálicor, barrilla).
El epíteto kali proviene del término árabe qali (sosa).
La barrilla pinchosa tiene propiedades diuréticas, espasmódicas e hipotensoras. Además, sus hojas jóvenes y tallos se pueden comer crudos o cocinados.
Se trata de una planta tóxica para muchos animales, por lo que no se recomienda como forraje. No obstante, debido a su alto contenido en sodio, sus cenizas se utilizan desde la antigüedad para hacer jabón y vidrio.
Finalmente no podríamos despedirnos de la barrilla sin hacer incapié en una de sus peculiaridades que, tal y como comentábamos al principio, tiene lugar tras su muerte; momento en que esta trotamundos se seca y abandona su lugar para rodar hacia el oeste.