En lo alto de las agrupaciones foliáceas verdes oscuras, surgen enhiestas las espigas verdosas del amaranto, bledo o blet punxent.
Se trata de una planta anual de la familia de las amarantáceas, erecta, de tallo pubescente en la parte superior, que puede alcanzar el metro de altura.
Crece vigorosamente en campos de cultivo, bordes de caminos y, en general, en suelos abonados y nitrogenados.
Sus hojas miden casi 15 cm de largo. Las basales tienen forma ovalada y las caulinares lanceoladas; ambas emarginadas y con un mucrón en el ápice.
Entre julio y noviembre, sus flores se agrupan en una inflorescencia terminal densa verdosa, con el espicastro terminal similar en longitud a los laterales. Dichas inflorescencias pueden llegar a generar hasta 100000 semillas.
Su fruto es una cápsula de menos de 2mm de diámetro y que, al abrirse, tiene una semilla de color negra que sirve para reproducirse y expandirse.
El término Amaranthus proviene del griego amaranthos y hace referencia a la cualidad de:”flor que no se marchita”.
El epíteto latino retroflexus proviene de retroflexo y significa doblado o torcido hacia atrás.
El bledo tiene propiedades astringentes, antidiarreicoas.
emenagogas, calmantes, antioxidantes, antiparasitarias y cicatrizantes.
Conviene saber que un consumo excesivo y/o continuado de la planta podria ser perjudicial, debido a su alta concentración de ácido oxálico.
Teniendo esto en cuenta, debería saberse que tradicionalmente se ha utilizado para alimentarse, tanto para consumo humano como para el ganado.
Tiene un sabor que recuerda al tomate verde. Se puede comer cruda, frita o hervida. Las hojas jóvenes son muy tiernas y apropiadas para ensalada. Las hojas más crecidas son un buen sustituto de las espinacas. En otoño las semillas se pueden recoger de las espigas secas y, debido a su alto contenido en almidón, molerse hasta convertirse en harina que se puede mezclar con la harina de trigo para hacer bizcocho.
Es curioso que una planta con tantos usos y propiedades haya pasado al acerbo popular con la expresión coloquial “me importa un bledo”, quizás venga del momento en que dejó de utilizarse, o de esa máxima humana según la cual, cuanto más tenemos de algo, menor importancia le damos.