Cogí los dados por primera vez, como muchos otros, en los 90, y a día de hoy están más que pulidos de tanto rodar.
El rol es una actividad que viene y va, pero que nunca acaba de desaparecer del todo. Los manuales, temáticas, sistemas, la imaginación de situaciones y la progresión de personajes es algo que se queda. Y lo buscas e incorporas en otros ámbitos y formas de ocio.
Al final no es algo muy extraño, estamos hablando de una actividad para la que solo necesitas papel, lápiz y un puñado de dados (a veces ni siquiera eso). Todo lo demás, lo importante, ocurre en la mente de los asistentes; de manera similar al escenario que se despliega cuando leemos un libro, pero con la diferencia de que, esta vez, es compartido entre todos los que decidimos echar la partida juntos.
El inicio es un arrancar de maquinaria pesada. Solo se ve la hoja, las caras de los demás y todo lo que envuelve al sitio donde se está. Vienen a la mente aspectos y anécdotas de días pasados y surgen comentarios de última hora con la urgencia de la tos de cine o teatro; es la parte más racional que se niega a dejarse llevar.
Entonces, el que dirige el cotarro comienza a recapitular lo ocurrido en la sesión pasada, algunos recuerdan cosas que se quedaron por aclarar y en alguno de esos momentos la máquina comienza a moverse: las hojas de Pj, las caras y todo lo de alrededor pierde relevancia y es la historia la que prevalece. Ahí, en ese momento de inmersión, es cuando realmente se está jugando a rol. Entonces es cuando los personajes toman vida, se despliega el escenario mental y hace que nos preocupemos por las decisiones tomadas y celebremos los éxitos vividos generando auténticas gestas.
Todo esto es lo que queda. La imaginación es otro músculo más, que puede ejercitarse y que, de hacerlo, sirve de una forma increíble a otros aspectos en la vida. Podemos hablar de la capacidad de trabajar en equipo, de visualizar situaciones y generar soluciones, de crear espacios y acuerdos comunes, de desarrollar la individualidad sin dejar de formar parte de un grupo, situarse en otros puntos de vista y adoptarlos como propios, de adaptarse sin alienarse… pero, ante todo, es la posibilidad de ver que las historias son infinitas y que, en realidad, no hace falta nada para pasar un buen rato.