Torso y codos sobre roca ardiente. Respira Bill sin despertar el polvo y apunta, mientras lucha contra el escozor que nace perlado entre sombrero y piel.
Por la mira del sharp ve a los Cooper, triunfales, y a Tim “el calvo”, cicatriz sin cabellera, con paso lento y maletín lleno que frente a ellos se detiene y comienza a hablar.
El viento llega en silencio, arde en Bill el sol y se extiende, interminable, el tiempo hasta que brotan recuerdos de peleas y traiciones. Abre los ojos y cierra el índice: plomo incandescente atravesando el maletín, sonido a vidrio roto y una gran bola de fuego que lo engulle todo.
Se levanta y va hacia donde otro compañero espera con los caballos. Hablan las miradas, montan y, con las alforjas repletas tintineando el funeral de “el calvo”, cabalgan hacia el oeste.