En el 2011 empecé a lanzar letras a la red. Un año después, creé mi primer blog como gimnasio de escritura: en inicio relatos de temas variados; con el tiempo, comencé a disparar tinta al otro lado del Mississippí.
Aquello germinó y surgieron varias raíces. Cada una abrió su propio camino, extendiéndose y nutriéndose de un tipo de suelo: pólvora, resina, dados y madera.
Cambié de espacio para que se expandiera. Creció el tallo, ganó experiencia, redaños y, lo más importante, desenfundó la esencia del blog: raíces, hojas, ramas, historias y personajes que intrincan y conectan unos con otros retroalimentándose. Me he dado cuenta de que es un entorno vivo, que muta y crece no solo en un sentido, sino en muchos.
Ahora, con un decenio a la espalda, camino de los tres lustros, me viene a la mente la idea de que ha crecido, que ya coge nutrientes por sí solo y que quizás haya llegado el momento de enfocarlo de otra forma: soltar las riendas y dejar que vaya a donde quiera, relacionándose con su entorno y dando los frutos que opine oportunos, aquellos que valdrán la pena cuando estén realmente maduros.
Se abre un año y con ello viene de nuevo un cambio. Es momento de escupir al suelo, de dejar crecer, de lanzar los dados y seguir adelante. Sin apenas nada más anclado o establecido que la madera vieja de mi buró.
Porque escribo por querer escribir,
haya o no respuesta,
aquí o en cualquier otro lado,
porque no puedo crear sin vida
ni sé vivir sin crear.
Colono, Druida, Evocador… sea la forma que sea con la que miras el mundo; con todas estas o con otras. Que el 2024 traiga fuerza, tinta, savia y mucha suerte de esa que nos forjamos nosotros mismos, a veces solos, a veces juntos.
Feliz año!!!