Desde las primeras lluvias otoñales, hasta el final del frío invernal, surgen los tallos leñosos con verdes lenguas, coronados por los suaves morados tatuados en púrpura de la Viola arborescens.
Se trata de una planta de la familia de las Violaceae. De mata leñosa y ramificada que alcanza de 5 a 20cm de altura.
Crece en suelos arcillosos, entre pinares, márgenes de caminos y matorrales de tomillos y romeros. Brota a inicios de otoño sacando a una hojas y flor, mostrándose durante todo el invierno hasta que con la cercanía de la primavera desaparece como si nunca hubiera estado.
Sus hojas son alargadas, lanceoladas, curvadas ligeramente hacia arriba y con superficie levemente vellosa.
Durante otoño e inicios de invierno, surgen sus pequeñas flores de un color violeta claro, con características marcas estriadas morado oscuro en su parte inferior.
Su fruto tiene forma de cápsula globosa y, llegado el momento, se abre en tres valvas, dejando libres a numerosas semillas pequeñas de color pardo.
Las Viola arborescens, con flores no tan grandes como las de las otras especies de las Violaceae, se cultivan menos que el resto por su valor ornamental. Pero por eso mismo, junto a sus hojas vellosas y sus tallos leñosos, les confieren cierta rusticidad que las hace perfectas candidatas para terrenos menos húmedos y más soleados que las otras.