Novhorizonto 07:00
—No sé, lo recogimos sobre las cinco de la madrugada, sentado sobre el canal, cerca del sector central.
El hombre seguía clavado en el infinito, ajeno a las luces de los vehículos, el gentío y el frío húmedo que se colaba hasta el tuétano.
—¿Ha dicho algo?
—Le hemos llevado mantas, un café y un par de barritas vitamínicas… nada.
—¿Ha pasado Duco?
—Ha estado un rato con él, pero tampoco. Está rígido como una estatua; hemos tenido que meterlo entre dos en el coche.
Hablaban de él. Observaba de reojo las figuras y el vaho que exhalaban por sus bocas. Lo que dijeran no importaba, tan solo el movimiento y el ruido. Y había tanta gente…
—Pues si Duco no se ha hecho con él, algo habrá que hacer. Podemos llevárnoslo a que pase la noche en prisión, pero este tipo necesita otra cosa. ¿Le has visto los ojos?
Le miraban. Bien, al menos así se mantendrían en silencio. Podría cundir el ejemplo, más que nada porque solo era cuestión de tiempo…
—No está aquí, eso te lo aseguro. Diría que ni pestañea; si no fuera por el pulso, apostaría que lleva horas muerto… Lleva ropa de deporte, así que, sea lo que sea, le dio de repente. ¿Qué coño le habrá pasado?
—Bueno y ¿cuál es la teoría de Duco?
—Pues parecía tenerlo clarísimo, hasta que le pregunté. Entonces solo farfulló un par de palabrejas y dijo que debía consultarlo con central.
—Osea que nada…
Los agentes seguían escaneando la zona. Y el hombre continuaba mirando hacía allá donde el infinito se junta con la piel del agua.
Entonces observó el indicio: la onda leve y el olor eléctrico en el aire. En ese momento respiró aliviado, porque esta vez sabía lo que tenía que hacer.
Incluso cuando oyó los gritos y el sabor a hierro discurrió entre los amasijos metálicos, él simplemente se quedó quieto y esperó a tenerlo bien cerca…
Feliz halo verde, Evocador.