
Llueve.
Miles de gotas atraviesan la esfera de calor en la que hemos vivido durante días.
Ofrenda de respiro al entorno: lo inerte, lo vivo.
Al pasear, olas de pinocha rojiza dibujan el camino.
Un torrente de aire fresco aviva el ánimo con el tónico salvaje de vegetación perlada y la vasta tierra:
oscura, viva y acolchada.