Hace tiempo me regalaron una tetera
Algo sencillo: trazo marrón sobre azul azabache, con seis pinceladas en verde. Carga té sin añadidos, y algún brebaje de plantas mediterráneas: ásperas, secas y oleosas: tomillo, romero y, a veces, hoja de olivo.
Venía con seis tazas
Al principio me parecieron pocas; porque: ¿y si venía más gente?
Mas, con el tiempo, se volvieron casi demasiadas; porque la gente con la que se comparte realmente un tiempo así, podían contarse con los dedos de una mano.
El tiempo ha pasado y una pátina cubre su interior
Ahora, esas seis tazas se han convertido en el número perfecto; porque todos vamos y venimos, y algunos hasta regresamos para quedarnos. Pero, pese a que a veces haya más gente y pasemos un buen rato, siempre se acaban formando pequeños grupos, de 2 a 6 integrantes: lo ideal para hablar de lo que de verdad importa, cuando dejamos la fiesta atrás y comienza ese tiempo en que estamos más quedos y cercanos.
Y es que al final, si algo ha quedado claro, es que las palabras brotan mejor cuando se charla en círculo, mirándonos las caras, compartiendo a sorbos; llevando cada uno en su mano…
una taza del mismo té.