Azario era un demonio de poca monta de Asmodeo: el príncipe demonio del juego. Normalmente se dedicaba a tareas rutinarias y soporíferas como darle con sus zarpas al rasca y gana, lanzar el dado del “escatérgoris”, hacer el recuento de la brisca o rellenar cartones del bingo a sus superiores. Pero un día se cansó de lo de siempre y, sin decirle nada a nadie (las cosas entre demonios mejor así), se decidió a ir a lo grande y montó una timba cuyo premio era una magnífica cesta repleta de sabrosas manzanas, dulces peras, redondas naranjas, jugosos melocotones, suculentos mangos y piñas sin anillas de esas que explotan con el más mínimo movimiento.
El caso es que la gamberrada fue todo un éxito y el empastre resultante fue tal que le cayeron collejas por todos lados. En nada se llenó de angelotes grandotes con mala leche y aureola fastidiosamente brillante. La cosa es que tocó paralizar todo movimiento demoníaco durante una semana como mínimo, fíjate tú la chorrada del Azario. Asmodeo, como buen jefazo, se pilló un rebote de los gordos, porque esas chorradas no se hacen que luego todo va mal y le da pie a los de arriba para campar a sus anchas. Así que, sin esperar a que bajara el cabreo, lo mandó de una guantá a una marca intermedia más vacía que el corazón de una aceituna sin hueso y decidió olvidarse de él como si nunca lo hubiera acunado entre brasas… ¡Ea!
El tiempo (como es relativo, pero para mal) pasó lento de narices y Azario se aburría como solo se aburre un ser infernal sin nadie a quien chinchar. Así que se dedicó a perimetrar la marca intermedia hasta que encontró un resquicio en el borde interdimensional: un hueco trigonométricamente opuesto al flujo mundano que maridaba a la perfección con la creación imaginaria artificializada. A partir de ahí, aprendió (es lo que tiene aburrirse) a convertirse en un fogonazo energético y acabó dentro de internet, cuando internet hacía más ruido que entrar por una puerta oxidada. Por aquel entonces empezó a conocer el entorno y a reconocer a los cuatro chalados que utilizan aquel espacio que veía sin futuro. Pero cuando el tiempo le dejó claro lo equivocado que estaba, se alegró de ver la vidilla que empezaba a haber por ahí y comenzó a ir de flor en flor haciendo que los juegos fallaran, cancelando descargas y cambiando películas muy chulas por otras más pixeladas que el Arkanoid y con sonido alicatado.
No obstante, no fue hasta que los humanos decidieron llevar un ordenador en el bolsillo que se puso tontorrón, con ojitos vidriosos y se vino arriba al ver la capacidad de influencia que se desbloqueaba ante él. Hizo los deberes bien pronto: aprendió los algoritmos, el versátil mundo de las app y se puso manos a la obra.
Al principio fueron cosas más bien flojillas: crucigramas que fallaban justo a punto de resolverse, puzzles que pedían suscripción para conseguir las últimas 3 piezas, solitarios online… Mas lo bueno llegó después, cuando recordó que los juegos que mejor funcionaban eran en realidad más sencillitos que la tabla de virtudes infernales. Ahí le pilló el truco a la cosa y fue entonces cuando lo petó… creó un jueguecito de ná que consiguió mantener enganchado a la pantallita no solo a los jugones de turno, sino a gente de los más dispares orígenes: amas de casa todoterreno, jubilaos que pasaron de ver las obras o los patos y otras gentes que no habían visto un videojuego en su vida. A partir de entonces, todo el mundo acudía al jueguecito en cualquier momento de parón. En el ambulatorio ya no se hablaba de gestas cólicas o vesiculares. En la cola del súper ya no había estrategias para colarse o miradas al infinito en plan mainfulnes de ese por cojones. El inodoro dejó a un lado su espartana realidad y comenzó a incorporar música, calefacción y hasta algo para picar…
Cuando Asmodeo se percató del asunto, le cayó más majo su súbdito, lo llamó y le puso buena cara. Le cambió su antiguo nombre de Azario por el del jueguecito de marras, nombrándolo Kandy Krush, marqués de las Apps y un par de títulos más que no existían antes, pero que quedaban chulos de verdá. Al final del mareo, Kandy Krush no volvió al mundo terrenal ni tuvo derecho a ocupar cuerpo humano alguno, pero tuvo plena potestad en el mundo virtual (algo que le vino de perlas), además de convertirse por la jeta en demonio de grado 3.
Con el tiempo, resulta que el cambio ha sido la leche y la influencia que gana este demoniete es exponencial. Cada vez que alguien descarga un juego o app demoníaca: ¡premio para Kandy Krush!; cada vez que alguien aprovecha esos minutillos de vida para arrancar el cacharro: ¡premio para Kandy Krush!; cada vez que alguien se pierde en el espacio y el tiempo por estar con la maquinita: ¡premio para Kandy Krush!; cada vez que uno deja de creer en las hadas por estar con el telefonillo de marras: ¡premio para Kandy Krush!; cada vez que alguien no va a misa por estar dale que te pego: ¡premio para Kandy Krush!; cada vez que un progenitor se pierde el partido final de su hijo por ponerse a la pantallita: ¡premio para Kandy Krush!; cada vez que en tu partida están todos atontaos, pegados al vidrio incandescente: ¡premio para Kandy Krush!
Y así, alguien que parecía que se quedaba fuera de tó, acabó metiéndose en la crisma de todos, por lo que… adivina…
¡Premio para Kandy Krush!
Como el demoniete es un ente endoplásmico-energérico-virtual, Kandy Krash solo tiene la Característica de Voluntad 5 y el talento Informática +3
Además tiene 40PP y recupera 1 cada vez que hay alguien toqueteando alguna de sus apps del demonio (vamos, que sus Puntos de Poder se gastan menos que la goma de borrar boli).
Sus poderes son:
-Control de humanos +2
-Absorción de Voluntad: +1
-Debilidad +0
-Colocar poder en app +2
Apuesta tonta +1