Jordi contreraS

Evoco contextoS

Hypericum perforatum, Hipérico, Pericó, Pericon, Hierba de San Juan

Tallos erectos, leñosos y rojizos, ramosos en la cima, traje verde intenso ligeramente azulado; coronado por soles dorados que sangran en naranja.

El Hipérico suele arraigar en terrenos baldíos, junto a matorrales, praderas, zonas boscosas o bordes del camino. Pero si algo es característico de ella es su gran capacidad de adaptación; no en vano, originaria del centro y sur Europa, ha llegado a naturalizarse en América y Australia. Por nuestro monte la habrá en varios sitios pero hasta la fecha solo me he encontrado un ejemplar, en el lecho húmedo de un pequeño barranco que en plena guerra con unas zarzas ha alcanzado fácilmente los 130cm de altura, cuando no suele exceder los 80cm.

Sus hojas de forma ovada o elíptica crecen opuestas, dirigidas a la luz y muestran una serie de puntitos blancos que dan la impresión de que estuviera perforada aunque en realidad se trata de bolsas secretoras de aceite esencial: de ahí que al aplastar las hojas con los dedos dejen una mancha del mismo color anaranjado de su savia.

Florece a partir de abril de forma agrupada en el extremo superior de la planta y aún podemos encontrar su flores de un amarillo dorado hasta octubre. Los pétalos de entre 9 y 15mm son el doble de largos que los sépalos y presentan unas pequeñas motas negras en sus bordes (de nuevo bolsas secretoras) que, al igual que las hojas, tiñen de anaranjado los dedos al presionarlas. El periodo óptimo de recolección de las flores es en San Juan ya que es el momento óptimo para aprovechar sus propiedades.

Otra peculiaridad de esta planta es la forma triangular de sus tallos que podemos observar realizando una sección transversal del mismo, cuando lo más común es que presenten una forma redonda o cuadrangular.

Su fruto, de aspecto ovoide dividido en tres cámaras, contiene un gran número de semillas. 

  Etimológicamente parece que la planta proviene del término griego Hyper (encima) y Ereike (brezo) lo que podría designar su ubicación en el medio natural en el que se encuentra o bien la valoración de la importancia de la planta respecto a otras. También existe la interpretación de que provenga del griego Hyper y Eikon (imagen), más alla de la imagen o lo visible e incluso se le ha querido asociar al titán Hiperión, haciendo de nuevo referencia a su importancia, pero ninguna de estas últimas parece corresponderse a la realidad.

Por otro lado, el término latino perforatum (perforado) hace referencia a las glándulas secretoras de aceite esencial que asemejan pequeñas perforiaciones en la planta.

Pero si por algo es conocido el Hipérico es por su relevancia en el ámbito medicinal y por ella se ha conocido a lo largo de la historia. Desde los primeros tratados griegos donde aparecía citada por Plinio y Dioscórides, pasando por formar parte de la panacea universal que Andrómaco preparó para el emperador Nerón. Hasta entrar en el ámbito sobrenatural, asociada por los germanos con el sol, como portadora de luz, por el color amarillo de su flor.

En la Edad media entra por la puerta grande y se asimila al cristianismo pasando a llamarse Hierba de San Juan, viendo en su característico jugo rojizo un símbolo del martirio de San Juan Bautista. Y aparece en otros textos como “Corona Regia” por el parecido de sus flores a una aureola celeste. Utilizada como tratamiento contra llagas y dolores, se empleaba también para exorcizar demonios quemándola en los hogares, de ahí su epíteto Fuga daemonium.  De la planta se utiliza todo menos la raíz y suele administrarse en infusión, aceite y tintura. Entre sus muchos usos destaca como remedio refrescante, cicatrizante y antiinflamatorio. Y en las últimas décadas parece haberse descubierto en ella propiedades contra la depresión y la ansiedad.

No obstante, las plantas de tal importancia son potentes y como tales potencialmente peligrosas. Se ha comprobado que puede ofrecer problemas de compatibilidad con los tratamientos inmunodepresores administrados en casos de trasplante de corazón, puede interferir con la absorción de hierro y otros minerales y provocar trastornos de la piel. Motivo más que suficiente para acercarse a ellas, y a cualquier otra, con el respeto que merecen.

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