Pasaba por aquí con ánimo de contarte cómo iban las cosas. Aunque en verdad solo trataba de dar una vuelta por este estudio. Quería ver cómo están las cosas en la pantalla cuando todo está apagado y no existe la inercia de la publicación previa ni el tirón de la posterior.
Como siempre que puedo, me paso primero por el papel y aquí trasplanto las letras.
Hay regueros de pólvora lenta que tardan toda una vida en llegar a su destino y que cuando lo hacen nos ofrecen una explosión a camino entre el ansia de la espera y la sorpresa de la consecución. A veces puede que ni lleguen y nos quedamos con cara larga frente a un hilillo que se esfuma.
Y, sin embargo, queda la marca del camino: el recorrido hecho, marcado, nunca mejor dicho, a fuego; con el sabor de la vivencia y el ansia de la esperanza. En esos momentos, tras la decepción, el asombro se sustituye por una sedosa sensación de atardecer, de tiempo acabado, de conclusión, descanso y sosiego.
Solo que los hay que no quieren tener remedio y, dando la vuelta al mundo, se preparan para cantar en la tormenta que siempre llega a los que siguen en pie tras la calma.