Mata espartana en verde oscuro grisáceo: fuerza y sencillez. Tallos recios y espinosos que adornan con pequeñas estrellas blanquecinas y el negro brillante de sus bayas esféricas.
De la familia de las asparagaceae, la esparraguera silvestre es una planta dioica de hasta un metro de altura, con rizoma, tallos leñosos extendidos o arqueados que crece en márgenes de campos, caminos y matorrales secos y soleados.
A simple vista su aspecto glabro y espinoso podría confundirse con la aliaga, pero ni tiene sus vistosas flores amarillas ni el complejo crecimiento axilar de esta última. En cambio, los tallos y espinas de la esparraguera de monte son más robustos, recios y limpios, con el porte de un alambre rígido sin nudos ni entramados.
En lugar de hojas dispone de cladodios: ramas que aplana ligeramente la planta para reemplazar a las hojas, de las que carece, y así cumplir sus funciones. Estos miden de 10 a 40mm de largo, hasta 2mm de ancho y aparecen en grupos de 1 a 3, terminados en fuertes espinas.
De julio a octubre genera sus flores unisexuales blancas/violáceas de forma estrellada que nacen solitarias o en racimos laxos de hasta 8, producidas a partir de los tallos leñosos principales.
Su fruto es una baya esférica verde en inicio que se torna negro con de 1 a 4 semillas en su interior.
El término asparagus proviene del griego aspharagos, y parece hacer referencia al brote tierno o joven de la planta.
El epíteto horridus del latín horrere (entumecer), en relación a los cladodios fuertemente espinosos y rígidos de esta planta.
La esparraguera presenta propiedades diuréticas, laxantes, hipotensas y depurativas. Pero si existe un uso asociado a esta planta no es otro que el gastronómico: los espárragos trigeros que genera se comen en primavera; a pesar de ser un poco más amargos que los de otras esparragueras, pueden cocerse (si se quiere) para aligerar el sabor amargo.