—Pasa amigo! Acércate, te veo perdido.
El tipo caminaba con la vista disparando a los pies, esforzándose solo de vez en cuando en alzar la vista para comprobar el rumbo.
El hombre de tez cetrina hablaba con una sonrisa clara, bajo un sombrero deshilachado, un poncho de vivos colores y ojos entornados,, saboreando el aroma de un caldo negro invocado en el fuego de dos piedras.
—¿Un café?
Asiente el tipo con el rostro tras un fallo de aliento al intentar hablar, mientras exhala un quejido al sentarse.
—E… ¿Estamos en Old Creek?
—Te encuentras en uno de los lugares más ricos de este condenado mundo.
El tipo mira a uno y otro lado y, salvo improvisadas tumbas diseminadas por la zona, poco más aparte del triste árbol junto al que están hay por ahí.
—¿Qué, no lo ves claro? —tomó una de las ramas ardiendo y señaló— ¿Ves allí? En esa zona están los que buscaban oro, allá los que creyeron encontrarlo y, más allá. los que pensaban hacerse ricos con todos ellos: la flor y nata de la sociedad en el lugar más prometedor del mundo. ¿El resto? enterrados en el invierno duro y las inundaciones posteriores… Vengo aquí de vez en cuando, camino de Parkson; es un sitio muy tranquilo y me recuerda lo que puede pasar cuando se planta ilusión en un pequeño trozo de tierra y se pretende “repartir” entre tantos. ¡Ah, aquí tienes!
El tipo cogió la taza humeante y agradeció con un gesto, agachando levemente el rostro. Tras el primer trago, amargo y caliente, carraspeó y consiguió arrancar algunas palabras más.
—¿Pero había?
—¿El qué, oro?
—Sí.
—¿Quién sabe? Aun puedes encontrar alguna pala oxidada, por si quieres tomar el relevo.
El tipo miró divertido alrededor.
—¿Pero dime, amigo… está bueno el café?
—Sí.
—Pues entonces, ¿qué más quieres?
—¿Vivir?
—Jajjajajaj. ¡Amigo, eso ya lo haces! Verás, quieres más, sin saber por qué, y por eso mismo cuando lo tengas, querrás más aun. Y cuando tengas mucho, mandarás a otros para que sigan sacando, porque al final te pasará como a todos estos y tu vida será buscar, seguir sacando, o a lo sumo vender a otros que sacan mucho más.
Y cuando se te acabe, cuando no puedas seguir sacando aquí o en otro lado, acabarás tan muerto como todos los de aquí. Nada volverá a ser igual, las cosas no sabrán igual ni sorprenderán al no poder seguir aumentando su intensidad.
¿Qué, te apetece otro café? Caliente y amargo… está hecho a buen fuego de dos piedras.