El pasado día del libro cayó en mis manos una de esas bombas de papel que detonan en cuanto tocan el cráneo por dentro.
Tiene delito, tanto tiempo después y me ocurre igual que la primera vez que me topé con esta gamberrada. Esta vez pensaba que sabía a qué atenerme; pero la sorpresa vino de la maquetación, las ilustraciones a color y ese curioso aroma a potaje friki que me viene cada vez que hojeo algo de este despropósito con dados.
Aún así miré bien, no fuera solo postureo y escaparate y, cogiéndole un poco el tono, le hubieran metido un implante d20 o jugo narrativo-existencial que, pese a funcionar, le iría menos que el ajo al yogur… espera, eso sí que tira… bueno, da igual.
El caso es que a poco de empezar a leer, pude comprobar que todo seguía igual de mal, con su sistema de practicar sumas tan ligero como una tortita de cemento y tan poco acabado que puedes hacer lo que te plazca. Porque nos gusta el Cthulluh, un triello en un cementerio, un Mouse Guard con inmersión a ras de suelo, un loquesea estelar e incluso hay dungeoneros. Pero si algo es cierto es que cuando había sequía en la mesa de juego, cuando no había idea para partidas y las ganas andaban tomándose un mojito con la única neurona a la que podíamos apelar… Fanhunter siempre estaba ahí. Es como esos planes tan chorras que nunca defraudan: el café, el pateo o la cervecita, sin nada preparado y ya se verá lo que surja. Porque en Fanhunter el destino importa lo mismo que el peso específico del Armenio; lo suyo es el camino.
Y eso se lo han aprendido bien. Entre el kilo y tres cuartos de chorradas, hay un punto de lucidez (alguno estaría enfermo) y han dejado bien claro que saben de lo que van, esa defensa a ultranza a lo absurdo, a lo friki: el rol, la brisca, los videojuegos, contar historias de noche con la linterna en la boca, el western, la música, el teatro experimental con cordeles del embutido, los cómics, esas cosas raras llenas de letras, mirar las obras o darse en los dedos con dos bolas de petanca; te cuentan cómo dirigir a algo que no importa, que da igual, donde todo va como salga, sea suave como la seda o rasposo como gallumbos de esparto; porque aquí de lo que se trata es de pasar un buen rato. ¿Te suena?
Creo que Fanhunter ha madurado (ahora Cels dibuja rodillas) y quizás eso se ve en que no ha cambiado nada, que ha perdido algo de cascarilla por el camino y ha ganado en esencia: su jugo de juego.
En general, ¿mi opinión? Que tienen más cara que un euro gordo, que mucho de lo que hay estaba, que se han currado la maquetación (estoy seguro que hay uno que se ha deslomao mientras el resto les daba de comer a los patos) y que, siendo la misma gamberrada de siempre, ahora tiene más pinta de acabado.
Ha sido un buen reencuentro, con ese oxígeno que solo se consigue cayendo desde un puente con arnés puesto y el otro extremo de la cuerda en la mano; un “ahí te las apañes” en toda regla.
Lo más importante es que te descerraja las ganas de poner todo patas arriba y dirigir con un buen puñado de gente en un cuartucho con 2 huevos duros y 400 dracmas, mientras cargas tu vieja Patterson con 12 dados de 6 caras.
No puedo decirte mucho más, Evocador, aunque no haya dicho nada. Pero si quieres saber lo que es desbarrar en el absurdo con topping friki, este es un buen juego.