Todos los personajes tienen algo, de una u otra manera son interesantes.
Los que están muy bien hechos, porque funcionan. Los equilibrados, porque siempre están ahí. Los optimizados, porque tan pronto te hacen proezas en unos campos como no llegan en otros. Los temáticos… bueno, esos son mi debilidad: la historia fluye con ellos. Y hasta los que no hay por donde cogerlos, quizás por eso mismo, porque como los caballos salvajes se convierten en un reto y siempre hay alguien dispuesto a llevarlos y demostrar que lo que parecía inservible, acaba siendo sorprendentemente bueno.
Pero lo que nunca deja de llamarme la atención, es cuando se pone realmente en marcha el grupo; cuando se mueve la maquinaria y, sean piezas que encajan a la perfección o cada una de su padre y de su madre, actúan conjuntamente. Porque entonces es cuando la historia crece y la mesa entera entra en el juego; si reman a la vez, porque el esfuerzo conjunto da más color a lo creado; si cada uno desde su lado, porque el constructo sobre la mesa varía como las llamas de una hoguera; si cada uno tira a lo suyo, por la errática del caos que late dentro. Sea como sea, todos construyen, a favor o en contra, acuerdan entrar dentro y, por consiguiente, crean.
Y la cosa es que varía lo que crean, porque a diferente grupo, diferente partida; aunque sea la misma. Haz la prueba, que corran los dados sobre la mesa, con las mismas guías, en distinto cónclave, y verás como la historia creada al final, es otra.
Interesantes pjs y grupos o, lo que es lo mismo: vengan quienes vengan… que desenfunden las ganas.