A veces ocurre que en mitad de una partida a un jugador le da un siroco y da la vuelta al personaje: como un ciudadano del este que aborrece la vida que lleva; como un clon del Paranoia gritando a pleno pulmón: “¡¡jódete ordenador, que todos somos mutantes!!”, mientras pone un petardo gordo en un bote de pintura de color no permitido a su CS; como el sectario que en mitad de la invocación del primigenio de turno, decide que tampoco es tan buena idea llamar a la puerta de la destrucción, sobretodo siendo ellos las primeras víctimas potenciales, y manda la túnica al carajo; como el servidor de Haagenti que no le gusta lo de tener jefe y en plena invocación, con la piscina olímpica llena de nata hasta los topes, mete media tonelada de pastillas para adelgazar…
Sea como sea, el caso es que para este tipo de personajes el camino establecido no es lo suyo, y tienden a buscar otro o a hacer uno propio, aunque sea con un cartucho de dinamita.
En Hom-maC, cualquiera que toque el halo verde va por esas, al menos en inicio, porque no le queda otra: es un disidente innato; luego ya veremos por donde tira.
Estos personajes, contrariamente a lo que pueda parecer, no tienen porque romper, pueden ayudar al desarrollo; siempre es bueno tener alguien que vaya de forma distinta. Si funciona y sigue adelante, déjalo ir, y a ver que pasa.
Siendo justos, habría que estar preparados incluso para que tuviera éxito en su intento y toque cederle el triunfo aun cuando mande al traste la historia, siempre y cuando el resto hayan extraido bastante también de la misma.
Quizás el tipo del este se lía la manta a la cabeza, se calza el título de capitán y se pone a dirigir una goleta de las praderas hacia el lejano oeste.
Quizás ese clon dejó una pista para el siguiente y te montas una campaña en la que puedan intentar escapar.
Quizás el sectario sea un activo muy importante en el grupo; ya que, aunque sigue haciéndole tilín lo de tontear con un ser cósmico hipermegadestructivo, tiene información privilegiada (y encima está medianamente cuerdo) como para poder echar al traste los planes de otros grupúsculos.
Quizás el demonio de Haagenti haga migas con algún ángel renegado y monten los jaleos al estilo de “es que en mi casa jugamos así”.
Quizás el del halo verde, habiendo sobrevivido al primer round, decida que le pica lo de la lucecilla pero a su aire y empiece a andar por su cuenta en un mundo que ya no siente como suyo.
La cosa es tantear el momento de erupción y luego dejar que cada uno haga su propio camino; a fin de cuentas, aquí de lo que se trata es de pasar un buen rato.
Feliz erupción y buen camino.